La mendocina Carina Morales, es la ganadora del Premio Docentes que Inspiran 2024
Carina Morales, una mendocina cuya historia de pobreza y superación personal fue publicada dos meses atrás por este medio, ganó la final del concurso “Docentes que inspiran”, que tiene por objetivo distinguir a los más destacados educadores de la Argentina, aquellos que dejan una huella decisiva en sus estudiantes.
Se entregarán 16 millones en premios. Y el docente inspirador, como Carina, recibirá 10 millones. También hay dos menciones especiales de 3 millones cada una.
Agradecida con este medio por el respeto al relatar su historia el pasado 5 de octubre, una historia plagada de carencias, y conmovida “hasta lo más profundo”, según confesó, Carina habló con Diario UNO desde el mismo estudio de grabación donde recibió el premio (TN) y expresó sentirse emocionada de que “entre tanto talento se haya puesto atención a nuestro trabajo”.
Poder mostrar lo que se logra en el aula me motiva a seguir dando lo mejor de mí en esta labor tan hermosa y desafiante. La escuela fue una bisagra en mi vida y a medida que pasa el tiempo puedo afirmar que cruzar la 'puerta' fue la mejor decisión”, reflexionó.
La mujer, que creció en un vagón de tren del viejo ferrocarril de Panquehua, en Las Heras, y que vendió pastelitos caseros en la calle mientras estudiaba en el Instituto de Educación Superior en Formación Docente y Técnica "Tomás Godoy Cruz", fue elegida por un destacado jurado formado por especialistas en Educación de la Asociación Conciencia; la Fundación Cimientos; Enseñá por Argentina; Proyecto Educar 2050; Argentinos por la Educación y Fundación Noble.
"Enfoque innovador" en el aula
El fundamento fue su enfoque innovador en contextos de alta vulnerabilidad y también se la reconoció por implementar proyectos de gamificación y creación literaria “fomentando la autoestima y el potencial de sus estudiantes”.
Carina, que es Testigo de Jehová, también agradeció a Dios que le haya otorgado la fuerza para lograr algo que hoy se transforma en privilegio: “La oportunidad de trabajar en algo que amo”.
En la publicación de octubre Carina recuerda en un diálogo profundo la larga hilera de ocho módulos donde varias familias sin techo se amontonaban para sobrevivir.
“Aquellos vagones habían pertenecido al Ejército y el tiempo los había convertido en esqueletos de hierro retorcidos que cada familia acondicionaba como podía. El de mi familia era el único que tenía algunas plantas alrededor y tal vez por eso me parecía el más lindo”.
Los Morales -papá, mamá y sus dos hijas- habían colocado cartones, plásticos y nylon para amortiguar el frío que se filtraba por todos los rincones.
"Un baño compartido en toda una villa miseria"
“Sin embargo, lo que más me incomodaba era la falta de agua. Bien al fondo del predio, a más de 200 metros, había un solo baño compartido por toda la villa de emergencia. Mi mamá percibió que por la madrugada salía un chorro grande, por eso, a partir de allí, nos bañábamos a las cuatro de la mañana. Religiosamente me higienicé a esa hora durante cuatro años”, evocó en aquella primera nota.
Más tarde la familia accedió a “pieza, cocina y baño” a través del Instituto de la Vivienda y el día que abrió la canilla y salió agua caliente todavía lo tiene fresco en su memoria.
En medio de ese duro contexto, abandonó la escuela y empezó a sobrevivir vendiendo pastelitos caseros que su mamá le había enseñado a cocinar. Pero más tarde su madre se enfermó y falleció: durante todo ese proceso, Carina vio que detrás del hospital se emplazaba una escuela de adultos y decidió anotarse para finalizar la secundaria.
“Con el dinero de los pasteles pagaba el colectivo y las fotocopias. Ese fue mi sustento incluso cuando hice el terciario en un instituto público que estaba muy lejos de mi casa y muchas veces lo hacía caminando”, repasó.
“La educación era lo único que podía salvarme”, reiteró. Y así, el 14 de diciembre de 2018, como “hija de la educación de adultos”, se recibió de profesora de Lengua y Literatura.
“Cuando llegó el momento de estar frente al aula en el mismo barrio donde me crie volqué todo lo que me enseñaron mis profesores, que fueron fantásticos. Siempre convencida de que la enseñanza debe transmitirse hacia un sujeto de aprendizaje que ha cambiado y, por eso, la actualización y el buen uso de la tecnología resultan indispensables”, recapituló.
Más de 2 mil docentes anotados
La iniciativa 2024 de Zürich & Clarín Argentina reunió a más de 2 mil candidatos de todo el país. En la final solo quedaron seis por trascender más allá del aula y ser reconocidos por sus comunidades debido a sus prácticas innovadoras e inclusivas y por desarrollar en sus estudiantes habilidades del siglo XXI y aprendizajes significativos.
“Recibí el correo felicitándome por ser finalista y fue una alegría difícil de explicar, una caricia al corazón. Primero estuve entre los 24 y luego me enteré de que estuve entre los seis”, relató desde su casa, la misma “pieza, cocina y baño” que pudo remodelar con esfuerzo y que hoy comparte con su esposo.
Vendedora ambulante de pasteles
Carina reitera con orgullo que iba a cursar la carrera docente con la canasta repleta de bizcochuelos, facturas caseras y sopaipillas que todo el mundo le compraba. Por eso cuando se recibió le agradeció a las secretarias, docentes, compañeros.
“Ojo, nada fue fácil una vez que egresé: lograr el apto físico para dar clases en Mendoza es difícil y sufro obesidad. Por eso ingresé a muchas suplencias y doy clases en varias escuelas, aunque aún no logro titularizar”.
Carina utiliza plataformas digitales, redes sociales e inteligencia artificial para lograr actividades interesantes y atractivas en el aula.
“Estamos frente a una nueva era y hay que adaptarse a los cambios. Hoy estoy trabajando la literatura interactiva, es decir, cuentos o poemas desde los teléfonos y el lector puede intervenir en la historia. Por último, todo el material creado; secuencias, proyectos y juegos lo pongo a disposición de toda la comunidad educativa en una página de Facebook llamada Lengua en red”, concluyó
Fuente:Diario UNO
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